¿Le gustaría conocer al árbol de donde salió su silla? El empresario alavés Patricio Álvarez de Arkaya busca los nogales o los castaños con los que fabricar sus mesas, piezas únicas firmadas cuya forma rinde homenaje a los troncos más singulares: los que más se diferencian del resto del bosque.
En 1962 Álvarez de Arkaya llevó un gran rótulo de neón a la Gran Vía bilbaína. El diseño de la arquitecta italiana Cina Boeri anunció el cambio en los hogares que él había visto en Italia y los países nórdicos. De esas culturas provenía el mobiliario que había comenzado a importar y vender desde su tienda, Mosel. Unos años después, en 1975, alteró su segundo apellido para fundar el taller Arkaia, donde se realizaban panelados a medida para completar el cambio doméstico que ofrecía su mobiliario de vanguardia.
De ese antiguo taller surge ahora una nueva inquietud, la de convertirse en fabricante y la de reconocer el trabajo artesano para singularizar justo lo que el proceso industrial se esfuerza en borrar. Los troncos de donde se obtienen los sobres de las mesas Arkaia quizá no fuesen los más adecuados para la producción en serie, pero esa incomodidad industrial los convierte en adecuados para las piezas únicas que Álvarez de Arkaya obtiene de ellos. “Son viejos árboles que han sobrevivido a diversas condiciones a lo largo de su vida”, explica. Se trata de troncos con muchos contrastes, nudos y diferencias de tonos que, con esas irregularidades, van contando su vida y, a la vez, dotando de identidad a la mesa.
“¿Qué hacéis con esos árboles con defectos?”, le preguntó una vez un proveedor de teka valenciano acostumbrado a que la industria eligiese los mejores troncos para convertirlos en chapa de madera. Las piezas macizas procedentes de castaños de Asturias, nogales nacionales y teka birmana las cosen en Arkaia con técnicas ebanistas que injertan piezas de amaranto o wengue para unir o rellenar los huecos y evitar el alabeo.
Tras exponer las mesas en la tienda de cocinas de Giorgio Armani durante la pasada edición de la semana del diseño de Milán, su último reto consiste en trabajar a partir de restos de pinotea, una madera dura y ligera que fue erradicada de los bosques norteamericanos por el uso intensivo que se hizo de ella en la construcción de viviendas. De las casas derribadas obtiene ahora esta empresa alavesa viejas vigas convertidas en un material renacido que describen “como jamón de jabugo: con un gran contraste de veta, sin apenas nudos y con muchos taninos que las protegen del ataque de la carcoma”.